domingo, 16 de septiembre de 2012

La Revolución Industrial, en tanto ethos, infló las esperanzas de todo occidente, al extender la ilusión de que se había descubierto la vía del progreso. Hay que recordar que un poco antes, en 1779 aproximadamente, Adam Smith había  publicado su célebre libro la Riqueza de las Naciones, donde condensaba una teoría acerca del bienestar humano ligada al rol de los mercados productivos. La mejor palabra para definir todos estos procesos, aquellos cambios en los que se vio inevitablemente involucrada la mayor parte de Europa es esta: Optimismo. Es así, ya que Europa creyó conquistar el mundo a través de la técnica. Su imaginación se expandió a la asimilación de todas las posibilidades que se le ofrecían. Una prueba tangible de este espíritu es Julio Verne y sus memorables sagas de ficción que ilustran mucho mejor esta nueva visión del mundo.  

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